lunes, 29 de noviembre de 2010

Desde hace 3 años Jose Luis Cobo, viene haciendo festivales de primera en la BELMONTE


En Antepara y León, luce restaurada la Plaza Belmonte, considerada el primer recinto taurino quiteño y uno de los primeros en Sudamérica. Pero su nacimiento y transformación en punto de encuentro tienen una larga historia:

En 1916 y 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Alemania logró revalorizar su moneda. Mientras, en Chile, económicamente influenciado por aquel país, el ecuatoriano Abel Guarderas gozaba de una situación económica boyante como constructor. Sin embargo, en 1918, con el fin del conflicto y la derrota de los alemanes, su fortuna se vino abajo como un castillo de naipes.
‘Abelito’ volvió a Quito y su madre, Mercedes Morillo, dueña de una propiedad de varias cuadras, se la encomendó. En el terreno funcionaban centaverías de mulas y caballos que corrían el riesgo de perderse. Fue un cura español, cuyo nombre nadie recuerda, quien le sugirió, en 1918, construir una plaza de toros.

En 1919 la obra se inauguró sin mucha afición. Fue una estructura de madera, donde se presentaron actos artísticos y taurinos que le ayudaron a salir de la quiebra.

Don Aquiles Guarderas, hijo de ‘Abelito’, narra la historia de cuando llegó el circo Menelick, y su número estrella: un domador introduciendo su cabeza en las fauces de un león. El estupor fue tan grande en un público que jamás había visto algo así, que se armó un griterío y el alboroto provocó que la enclenque estructura cediera. Entonces, se construyó una plaza con mejores condiciones.

Cuando José Miguel Cuestas llegó a Quito, en 1959, para ejercer su oficio de peluquero, la Plaza Belmonte ya era el centro convocador, sobre todo en las fiestas de diciembre y en Santos Inocentes. Contadas con los dedos de una mano, las tradicionales peluquerías de la época ofrecen aún en venta, desde noviembre, las caretas para  las clásicas mascaradas que se hacían en estos barrios capitalinos. En la Peluquería San Blas, por ejemplo, se venden hasta hoy aquellas clásicas caretas de cartón que usaban los quiteños.

Don Aquiles evoca cuando su padre  propuso que las parejas que se reunían a bailar, disfrazadas, en la plaza España (hoy San Blas) se trasladaran a la Belmonte para continuar con la fiesta. Cobraba  20 ó 30 centavos de sucre “a quienes iban solo a ver”.

Elva Trejo tiene un pequeño comedor frente a una de las puertas laterales de la Plaza. “Mi tía remataba chinganas en los bailes”, por eso, era una asidua asistente  (con el cómico popular César Arboleda, el ‘Cantinflas quiteño’, ganó uno de los certámenes de baile).

Sonriente rememora cuando “íbamos disfrazados para dar  loas en los nacimientos y nos daban bolsitas de caramelos y agüita de canela, los payasos andaban con las ropas bien elegantes y yo casi siempre me disfrazaba de gitana”.

También, la empresa de Abel Guarderas colaboró filantrópicamente para la realización de  actos de ayuda. Uno de los más importantes fue la organización de dos fechas taurinas (jornadas). Todo el dinero lo donó para que continuara la construcción del hospital Eugenio Espejo, que estaba a punto de paralizarse por falta de recursos y de control.

Así, don Abel Guarderas y sus hijos constituyeron la primera empresa taurina en el Ecuador y América del Sur.

En la actualidad, la plaza está a cargo de la empresa Triana, Compañía Limitada. A su mando está el torero José Luis Cobo, quien, hace tres años, estableció un comodato con el Municipio de Quito, para   administrar durante 10 años la entrañable plaza.

Según Cobo, en abril del 2004 actuó en solitario el español Miguel Avellán, quien mató a cuatro novillos.
Fue la reinauguración.

“De ahí en adelante hemos hecho muchos espectáculos benéficos para varias fundaciones: El Triángulo, Divino Niño Preso, Ático, Vocación, Rotary Club. “El mundo taurino es generoso y solidario con la gente necesitada”.

Con la Prefectura de Pichincha hicieron varios festivales. Torearon   Miguel Bienvenida, Leandro Marcos (español), José Fuentes.

El año pasado, en el primer festival en honor a la Virgen Esperanza de Triana, la ‘Virgen de los toreros’, actuaron José María Manzanares y su hijo. “Tenemos un promedio de 15 espectáculos al año, públicos y privados”.

La última restauración de la Belmonte comenzó en octubre y noviembre del 2003. El espacio era un mercado, estaba desecho. “Parte del comodato fue la inversión de Triana de cerca de 100 000 dólares. Arreglamos los baños, corrales, entradas, salidas, baños”.

Para Cobo, un proyecto de la empresa es sacar novilleros, fomentar la afición taurina.
“El balance es positivo. Es  una lucha por amor a la tauromaquia. De aquí salieron Martín Campuzano y  Álvaro Samper”.

El sevillano Juan Belmonte (1892-1962) fue un innovador y padre del toreo actual. Parar, templar y mandar fue su invención. Sus verónicas eran magníficas.

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