domingo, 13 de febrero de 2011

Seis lidiados, cinco pitados en Medellin


por: Javier Baquero – Jaba – Astauros
Medellín – Colombia. Ni los ojos son ciegos, ni los que pagan son estúpidos, lo que vimos en el ruedo macareno no tiene presentación y así lo entendieron los cinco mil espectadores que asistieron a la plaza.
Una corrida que tenía mucha expectativa se la cargo en primera instancia la mala presentación de una “corrida” que trajo a la capital de la montaña el señor César Rincón, luego el comportamiento desigual se sumó al malefició y para finalizar una lesión para el diestro Castella acabo de poner un tinte triste a la tarde de “toros”. Lo que salió en Medellín, con el respeto que me merecen los miembros de la junta técnica, fue una novillada adelantada. De corrida no había si no los datos entregados por el ganadero. No se puede probar con documentos pero los toros no mienten a las retinas. Fueron seis novillos que apenas pasaban con cara de “niños”, ejemplares que apenas si mostraban sus genitales descolgados. Que embistan o no eso es lo de menos y eso no se le puede endilgar al ganadero, pero lo que sí, es que cuando se le contrate una corrida, traiga una corrida y no un “remedo” de ella. La afición merece respeto, al igual que las empresas. Ya decíamos que tanto parlamento por una cadena radial en la que trabaja el señor Rincón frente a los toros pesados y con mucho trapío tenía algo de fondo. Ya entendimos, aunque lo presentíamos, que eso de que “es mejor un toro chico, sin tantos kilos”, que no sean tan aparatosos” era solo un abrebocas a lo que veríamos. Quiera Dios que eso solo fuera por lo que nos mostró en Medellín y no por lo que nos espera en un futuro cercano.
El domingo en Bogotá el SEÑOR, capitán Barbero y su hijo nos demostraron con un toro de 574 kilos, que si se pueden sacar toros a las plazas con raza y peso. Que la cosa no es bajar la lámina, es acompañarla de edad y trapío, pero sobre todo de lo primero. Si hay edad, la casta puede con todo incluso con kilos demás. Los “niños” para los juegos, los “hombres” para las corridas y lo de hoy fueron solo niños y esa es la verdad.
La terna la conformaron Juan Mora, Sebastián Castella y Pepe Manrique. Tres etapas de la fiesta, tres temperamentos distintos, pero sobre todo tres toreros con deseos de agradar y triunfar.
El cabeza de cartel, regreso con mucha expectativa entre el público y se fue con más pena que gloria. En su primero toreo lentamente a un toro sin fuerza que no transmitía. Mató de estocada tendida y dos descabellos. El toro fue pitado y el de Plasencia silenciado. En su segundo aprovecho poco lo que serbia que era el pitón izquierdo. Por el derecho el toro iba corto y rebrincaba. Pinchazo y estocada. Otro que fue pitado en el arrastre. Con el sexto que tuvo que lidiar por el percance sufrido por Castella en el tercero no se acabo de acoplar y este quizás fue el único que abrigo esperanzas de triunfo. El toro pasaba bien pero la muleta retrasada y de mano no muy larga hacia que se quedara y no se rebosará del engaño, lo que hizo que sucumbiera el toro ante la falta de mando y se aburriera rápido. Mora mató de estocada y silencio para ambos.
El segundo altérnate fue Pepe Manrique, que no contó con suerte en el sorteo y se llevó lo menos potable del encierro. Con su primero hubo mucha voluntad y disposición frente a un “toro” que no pasaba, que se quedaba bajo la muleta. Que era tardo en la embestida, que caminaba y no remataba luego de embarcarse en el muletazo. Un toro que el mismo torero lo dijo “no podía ni con su alma” y eso que los toros no tienen alma, que tal que la tuviesen. Mató de pinchazo y estocada y el toro también fue pitado. El quinto también vimos a un Manrique voluntarioso, con ganas de hacer, pero que finalmente no se acopló a las embestidas inciertas de un toro que era fijo, flojo, sin trasmisión y lo peor sin emoción, pero si con apariencia de querer embestir sin acabar de convencer, ni al torero, ni a la parroquia. Mató de estocada y pitos para el toro.
El francés Sebastián Castella, quien completaba el buen cartel tan solo pudo matar a su primero, al que le cortó la única oreja de la tarde, trofeo quizás un poco largo, por cuanto si bien es cierto que el torero galo nos brindó unos lindos estatuarios y tandas de buenos muletazos, también es cierto que por momentos fue demasiado ensimista con un  toro que requería de espacios y tiempos más medidos, sin tanto ensimismo y si con mas pausa. Mató de gran estocada y cuando su oponente iba a caer le pedio la cara y con un arreón en los estertores de la muerte lo alcanzó por la cara posterior del muslo izquierdo haciéndolo caer de fea manera sobre su clavícula izquierda provocando su fractura, pasó a la enfermería y al hospital para ser intervenido quirúrgicamente.



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