lunes, 21 de febrero de 2011

Puerta Sí, Grande No en Bogotá.


Por: Javier Baquero – Jaba – Astauros
Bogotá – Colombia. En tarde de lleno total en el coso de la calle 26 se le puso punto final a la temporada taurina de la capital colombiana. La puerta grande se abrió quizás con ligereza para Julián López – El Juli y Manuel Jesús – El Cid. Los toros de Las Ventas dejaron mucho que desear.
Hoy en la Santamaría le dijimos adiós a la temporada taurina 2010 – 2011 en Colombia y con ocasión de este evento propios y foráneos se dieron cita en la Santamaría. La boletería se agotó prácticamente desde el pasado miércoles y hoy la reventa alcanzó altos topes, pues el cartel de toreros y ganadería sobre el papel presagiaba un buen espectáculo y quizás para muchos fue así.
Se lidiaron toros de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo, ganadería que venía precedida de un sonoro petardo en la ciudad de Medellín el fin de semana anterior y en Bogotá salvo por un poco más de presencia en sus ejemplares, el balance tampoco es que sea muy satisfactorio. Cuatro de los siete que saltaron al ruedo fueron pitados, dos tuvieron división de opiniones y uno recibió cariñosas palmas. Pobre balance para la ganadería que se supone piden las figuras por ser garantía.
La cabeza del cartel fue Julián López – El Juli, quien acudió a la plaza bogotana como ya se ha hecho costumbre y gracias a su magnífica campaña española. El Juli lidio el segundo toro de la tarde y con este el capote mostró emoción en verónicas muy ceñidas. Con la muleta fundamentó la faena con la mano derecha, construyendo tandas cortas pero importantes, en las cuales la suavidad fue punto preponderante. Mató de pinchazo y estocada para cortar una oreja y ver como el toro recibía palmas en el arrastre.
Con el cuarto del festejo, segundo de su lote prácticamente nada pudo hacer ni con la capa, ni mucho menos con la muleta, a pesar de que El Juli trató de consentir al burel, un toro agarrado al piso, sin clase, un manso sin un solo pase. Para rematar la espada también le fue esquiva al torero madrileño, seis pinchazos y un descabello fueron necesarios para finiquitar al toro, ejemplar que fue pitado fuertemente en el arrastre, luego de lo cual se empezaron a escuchar los gritos de séptimo, séptimo, séptimo.
Durante la lidia del quinto y sexto se presentaron conversaciones entre la empresa, el apoderado de El Juli, los alternantes y el propio Juli llegando a la conclusión de regalar un séptimo toro.
En el de regalo se pudo demostrar que El Juli ocupa los primeros lugares del escalafón taurino mundial gracias a la cabeza que tiene, pues soluciona los problemas a los toros, en muchos casos como este le ayuda a los ganaderos para que sus toros se vean menos malos de lo que en realidad son. Con el capote cuatro verónicas y una media fueron de ensueño. Con la muleta se arrimó más quizás porque no quería dejar ir la ilusión de alcanzar el triunfo con este “regalito”, un toro parado que se acabo rápido y que no brindo para nada garantías. Con la espada un pinchazo y media lagartijera pusieron fin al requerido séptimo hubo petición de trofeo basada en las ganas que mostró el torero español y el palco creo yo de manera complaciente, que no taurina entregó una oreja para que El Juli pudiese salir por la puerta grande, mientras que el toro fue pitado en su camino al desolladero. Si bien es cierto que el Juli mostró conocimiento, valor y disposición frente al público bogotano el pinchazo y la media lagartijera se sumaron a una faena que bien podía ser premiada con una fuerte ovación de agradecimiento.
Manuel Jesús – El Cid cumplía hoy la segunda sustitución en reemplazo de Sebastián Castella y llegaba a Bogotá precedido de una puerta grande conseguida a ley ocho días antes en esta misma plaza y un encumbrado portón en Medellín el día inmediatamente anterior luego de cortar cuatro orejas, dos de ellas simbólicas, al igual que el rabo de un toro indultado.
El Cid era esperado con ansiedad y en su primero únicamente pudimos rescatar dos verónicas y una media que le pudo robar a un toro abanto desde el inicio. Con la muleta en la mano derecha exprimió de uno en uno, unos pocos muletazos, pues su oponente era un  toro corto que caminaba, miraba por encima de los engaños queriendo coger. Pinchazo y estocada fueron el final de esta primera actuación. El toro fue fuertemente pitado en el arrastre.
En que hizo quinto, un toro de salida alegre, instrumentó tres verónicas, una chicuelina y un recorte con el capote. Ya en la muleta nos dejó disfrutar de tres tandas con la derecha y una con la izquierda, todas dando reposo al toro, que era fijo y trasmitía. La verdad sea dicha la faena fue buena e hizo ver al toro más importante de lo que en realidad era, al punto de que hubo división de opiniones frente al burel al momento del arrastre. El Cid mató de estocada y hubo petición de trofeo. El palco concedió dos orejas, de una en una, quizás sin sopesar que en Bogotá con una sola oreja se habría pagado la faena del torero sevillano.
Abrió plaza y lidio el sexto de la tarde el joven manizalita Santiago Naranjo, quien confirmaba el doctorado como matador de toros, recibido en el mes de enero en la ciudad de Cali. Con el primero del festejo poco pudo hacer con el capote frente a un toro agarrado al piso, corto por el pitón izquierdo y por momentos caminador. Con la muleta puso emoción desde el inicio con tres muletazos sentado en el estribo y tres más exponiendo mucho al hincarse de rodillas. Hubo muletazos largos con la derecha. Aguantó porque su toro se tornaba cada vez más tardo y se requería el cite fuerte y el mando en la pañosa. Mató de estocada y cortó una muy justa oreja. El toro fue sujeto de división de opiniones, inclinándose más hacia los pitos.
Con el sexto el capote le permitió construir cuatro verónicas y una media de mucho sabor. Con la muleta, luego de un brindis muy emotivo a sus progenitores y a su hermana saludo con tres muletazos de rodillas y una tanda de cinco derechazos, que en sumatoria fueron lo único rescatable con este toro. Naranjo demostró ganas, no se amilanó ante el compromiso y si bien no todas sus ejecutorias tuvieron pinturería y técnica, si tuvieron la garra que se le exige a un torero que quiere llegar lejos y a penas está empezando. La espada por obvias razones es una materia a superar. Palmas equivocadas para el astado y una vuelta al ruedo justa para el manizalita.