Como muchos de ustedes ya saben, el pasado miércoles 14 de septiembre, en la ciudad de Tacabamba sufrí un percance durante la lidia de mi primer toro. No era mi primera cornada y seguramente no será la última, pero sí ha sido hasta el momento la más grave y angustiosa por las circunstancias que la envolvieron, sobrevolando a ratos por mi cabeza incluso los peores pensamientos. Aunque en las horas bajas de la convalecencia se pueda uno quejar de los dolores y el malestar general, pienso que lo último que debe hacer un torero es quejarse por el percance en sí, inexorable tributo que los que nos vestimos de seda y oro debemos pagar periódicamente y puntualmente por el privilegio que representa enfrentarnos a un toro bravo.
Viajé a la Feria de Tacabamba, con las alforjas llenas de ilusión por triunfar. Al llegar, fui gratamente sorprendido (una vez más) por comprobar cómo en la provincia peruana proliferan plazas fijas y ferias de gran categoría con un público que las abarrota en varias tardes consecutivas. Ya en el ruedo, pasó lo que pasó y vinieron los momentos de angustia y nervios propios de la magnitud de la cornada, los medios del centro médico local y el tiempo que nos separaba de hospitales mayores. Con la hemorragia controlada en el Centro Médico de Tacabamba, viajé a Chota en ambulancia y tuve la gran suerte de caer en las manos del médico trujillano Luis Noriega Pretell, cirujano jefe del Hospital Soto Cadenillas de Chota, a quien le estaré eternamente agradecido. A su profesionalismo y habilidad y al apoyo de su el equipo médico les debo el estar sano y salvo tras una minuciosa intervención de más de tres horas.
Durante la convalecencia de tres días en Chota comprobé como las horas bajas sirven para permitirnos ver aflorar en las personas de nuestro entorno el buen fondo de nobleza que aflora en el toro bravo, ese bello animal que nos aglutina en admiración y respeto. Además del Dr. Noriega y todo el personal médico y de apoyo del hospital, estuvieron físicamente a mi lado en todo momento la familia Burga y mi joven mozo de espadas Luis Francisco Saravia cuya invalorable lealtad y ayuda no se pagan con nada. Además, quiero agradecer expresamente las muestras de solidaridad y apoyo de toda la gente del medio taurino peruano: toreros (de oro y de plata), ganaderos, empresarios, médicos, periodistas, aficionados y amigos en general quienes en ningún momento dejaron de interesarse por mi evolución y ponerse a disposición para lo que hiciera falta. La cercanía y calidez de todos ellos hizo mucho más llevadera mi convalecencia. Gracias.
Ayer por la tarde volé a Guayaquil, mi ciudad natal, para continuar recuperándome. El nuevo examen de sangre realizado descarta infección. Hoy amaneció con un cielo azul y una fresca brisa a orillas del río Guayas. Me siento mucho mejor. Al salir de la ducha pegué dos medias de categoría a pies juntos. Pienso en reaparecer cuanto antes. Pero aunque estoy anunciado en San Miguel de Cajamarca (Perú) y en Valencia (Ecuador) deberé buscar un equilibrio entre la ilusión novilleril que conservo y la prudencia y sensatez médica. Shakespeare dijo que “el pasado es el prólogo”. Yo también lo creo, pues siento que quedan muchos triunfos por delante. Por ahora me despido de todos ustedes con un hasta pronto, no sin antes reiterarles a todos los estamentos taurinos del Perú mi imperecedero agradecimiento.
Atentamente,
Querido amigo:la angustia aquí padecida no tiene nombre...gracias al señor estás,y estás vivo para continuar,para seguir y para deleitarnos y defender la Fiesta que es de nuestras raíces y es la pasión del país.. Gracias a la gente de Perú. Adelante por tí,por el toro bravo,por la afición que te esperamos ilusionados y agradecidos por que sigues en la tierra.
ResponderEliminarTorero, me encanta esa forma de ver la cornada y el animo en alto. Seguro que pronto te veremos de nuevo triunfando y haciendo mas grande a Ecuador
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