viernes, 20 de abril de 2012

Manzanares, puerta del príncipe en Sevilla al cortar cuatro orejas.



Fuente: Burladero.com


Aún resuenan los ecos, en las arcadas barrocas de la Real Maestranza, de aquella tarde histórica que se vivió un 30 de abril. La fecha de esta tarde quedará bien enmarcada en los anales de la Plaza de Toros. José María Manzanares volvió a comulgar con Sevilla. Nueva comunión del torero alicantino con su público. Sevilla y Manzanares. Manzanares y Sevilla. Un mismo credo, una misma fe.
El alicantino había presentado el día antes a su retoño a la Virgen de la Caridadque preside la recoleta capilla de la plazalostoros. Un pequeño José María, cuarta generación, pisaba por primera vez el coso en el que su abuelo quiso que naciera su padre. Estrecha vinculación que quién sabe si algún heredará el niño. Hijo que algún día disfrutará de los pasajes que firmó su padre, un 20 de abril, en el coso del Baratillo.
El dorado albero maestrante se convertía, en la lidia del quito, en el mejor de escenario para un concertino de los hombres de plata, para gozo infinito del respetable. Antológico Juan José Trujillo con los palos, con un primer par soberbio. Notable Luis Blázquez. Y Curro Javier lo bordó con el percal, formando un auténtico alboroto.
El maestro, antes de continuar con la partitura, había firmado su mejor versión en el capote en las verónicas de recibo, jugando muy bien los brazos para rematar con media airosa. Había derribado Jerezano al caballo en el primer encuentro.
Caricias iniciales al natural. Pura cadencia por la derecha. Suavidad y toques imperceptibles. El victoriano no andaba sobrado de fuerza, y ahí estuvo la virtud del alicantino. Tandas cortas. Gotas de toreo caro. Lentitud pasmosa. Arrancaba el muletazo allí, más allá, para llevarlo despaciosidad hasta el infinito. Izquierda y derecha. Cambios de mano eternos, sabor en las trincheras, torería en los desplantes. Bastaron 20 pases para poner aquello bocabajo. Emociones indescriptibles, desbordadas tras el estoconazo en dos tiempos, a recibir. En la yema, para provocar el éxtasis que traería el doble trofeo indiscutible.
Pero la plaza, manzanarista, había quedado enajenada con la calidad del extraordinario 2º, de nombre Encaminado y de nobleza excelsa, desorejado por el torero "de Sevilla". Verónicas y chicuelinas de recibo. Extraordinario son el del toro. De lío gordo. Y así lo vio. Naturales iniciales, que fueron puro almíbar del mediterráneo. Dos series rotundas por la derecha, no faltó el delicado cambio de mano marca de la casa en la primera de ellas. Encaminado era todo un derroche de bondad y recorrido. Una serie en redondo con grácil molinete antes de uno de pecho que todavía dura, enroscado casi completando el círculo. La estocada fue un monumento a la suerte de recibir. Colosal. Para el disfrute de generaciones venideras. La plaza quedó hechizada y puso en bandeja las dos orejas.
Talavante tocó pelo en el tercero de la tarde. Tropezó con Cantapájaros, de reata célebre en la vacada madrileña. Sin muchas probaturas se lo llevó a los medios. Una primera serie, muy templada, mimando y esperándolo. Pulseándolo con suma perfección en las series posteriores. Cambió de mano para ligar un natural excelso de lentitud. Le faltó celo al victoriano por el izquierdo. No faltaron las arrucinas, ni las ajustadas bernardinas finales, aunque fue un pase cambiado ligado con uno de pecho lo provocó mayor entusiasmo. Se tiró con rectitud y cobró una buena estocada que le valdría la oreja.
Realizó un esfuerzo en el sexto. No se aburrió el extremeño con un toro paradito y más desclasado. Tremendo arrimón, tragando lo indecible, para justificar su condición de figura.
Juan José Padilla fue recibido con una gran ovación, que insistentemente trató de compartir con sus compañeros de cartel. Volvió el Ciclón de Jeréz, y así lo demostró en banderillas. Pleno de facultades y clavando en todo lo alto. Le faltó fuelle al noble astado, y su labor quedó en detalles.
Al 4º le habían castigado con exceso en varas. Soportó un cuarto par, soberbio, al violín, que tapó los fallos anteriores. Tuvo que abreviar Padilla con la espada.
El detalle de la tarde llegó al finalizar Manzanares la vuelta al ruedo con el doble trofeo del quinto. El maestro invitó a sus hombres de plata a que lo acompañaran en el saludo final. Trujillo, Curro Javier Blázquez, desmontarados como su torero, hicieron vibrar los cimientos del coso del Arenal. Todo un detalle, de torero. Pasión desbordada.  
Triunfo histórico de José María Manzanares, que mantiene intacto, incluso acrecentado, su idilio con la afición sevillana. Pasadas las nueve de la noche, Josemari, atravesaba, por segunda vez, el dintel de la Gloria. Cruzó la Puerta del Príncipe mirando hacia Triana, mientras Sevilla le aclamaba a gritos de ¡Torero! ¡Torero!. La sublimación del toreo, según Manzanares.
@CarlosJTrejo 
Ficha del festejo:
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Novena de abono. Lleno de "no hay billetes" en tarde gris de agradable temperatura. Toros de Victoriano del Río, 4º y 6º con el hierro de Toros de Cortés, correctos de presencia, nobles y manejables. Extraordinario el 3º.
Juan José Padilla (de berenjena y oro): saludos y saludos
José María Manzanares (de azul marino y oro): dos orejas y dos orejas
Alejandro Talavante (de caña y oro): oreja y saludos
Foto cortesÍa: Trujillotoros/EFE.

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