Por: Javier Baquero – Jaba – Astauros
Bogotá – Colombia. Con un encierro de toros de verdad se cortaron siete orejas en una corrida bastante interesante en la capital colombiana.
En la quinta de abono de la ciudad de Bogotá, en una tarde con clima cambiante y algo más de medio aforo en los tendidos asistimos a la presentación de los astados de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo. Un encierro variopinto, de edad, peso y trapío. Con diversos matices, pero sobre todo con muchísima trasmisión, a excepción del lidiado en sexto lugar.
La terna estuvo conformada por Manuel Jesús – El Cid, quien llego al festejo por la puerta de la sustitución, en remplazo de Sebastián Castella, quien tuvo que ser intervenido el día de ayer luego de la lesión sufrida en la ciudad de Medellín. Junto a él el colombiano Luis Bolívar y el también sevillano Daniel Luque, quien confirmó alternativa en el coso bogotano.
La corrida inicio con un listón muy alto, con la actuación de Luque, que abrió por su confirmación. Tres verónicas y una media de mano muy baja cautivaron a los aficionados, que desde estos primeros lances conectaron con el torero sevillano. Luego de la pica realizó un quite con el capote que también fue del agrado de la parroquia.
Con la muleta inicio con cuatro muletazos sembrado en el tercio y luego dos más que hicieron sonar con muchísima rapidez la música del maestro Escobero. Lo más importante de la faena de Luque estaba por venir y lo vimos en su poderosa mano izquierda, con la que toreo con máxima lentitud, al punto que parecía estarlo haciendo en cámara lenta.
En todas las tandas hubo un común denominador, que tal vez no trascendía a los tendidos por no ser tan evidente, fue el aguante, la lentitud desvirtuaba ante la retina el peligro que podía existir cuando el toro pasaba tan lentamente cerca de la humanidad de Luque. Mató de un verdadero estocadonón y sin dudarlo el palco alto dijo si a la petición mayoritaria de los trofeos. Dos orejas y una apertura de corrida por todo lo alto.
Con el que cerró al tarde la suerte cambio para Luque, pues le tocó lidiar al garbanzo negro del encierro, un toro que se amarró al piso, que no quería echar pa´lante, que carecía de clase y su máxima movilidad era al gazapear. En este Luque puso la carne en el asador y la voluntad sumada al valor llevaron a feliz término una faena que se firmó con la espada pero que será para el olvido del torero y de la afición.
El cabeza de cartel hoy lidio segundo y cuarto por la alteración normal del orden preceptuado por la confirmación de un debutante en la plaza. La segunda plaza en consecuencia correspondió al sevillano Manuel Jesús – El Cid, quien regresaba a la capital colombiana luego de seis años de ausencia y a fé que firmo su regreso muy pronto. Con el capote bastaron tres verónicas y una media con las manos prácticamente barriendo la arena para que El Cid conectara y se llevara consigo el cariño de la afición. Ya con la muleta en los manos el torero español conjugó la mano baja, el temple y lo largo en los muletazos con esta fórmula construyó varias y largas tandas en las que aprovecho la fijeza, la clase y lo largo de las embestidas del “juan bernardo”. Mató de estocada desprendida lo que no fue impedimento para que el público pidiera con fuerza los trofeos y en forma telegrafiada salieron en el palco las dos banderas blancas, abriendo las puertas del portón de la calle 27.
Con el cuarto de la corrida El Cid repitió una dosis primorosa de lances con el capote donde la cercanía al toro dio más emoción a las ejecutorias. Con la muleta dio una clase de bien torear, donde demostró que las buenas faenas no son solo florituras y bonitas posiciones El Cid “tuvo que luchar” con un toro que mantenía más la mirada en su humanidad que en los engaños, un ejemplar que caminaba, media y que tenía con qué hacer daño. Un cornúpeta bravo, con las complicaciones propias de un toro de lidia. En la Faena tuvo que aflorar el toque fuerte y recio, el muletazo mandón y el aguante meritorio. Las tandas fueron cortas, por momentos de uno en uno y siempre arrancando cada uno de los pases. Mató de buena estocada y una oreja fue el premio que el público solicitó al valor de Manuel Jesús – El Cid.
La terna la completo el torero vallecaucano Luis Bolívar que inicio su compromiso con el tercero de la tarde cuando sus dos alternantes ya habían cortado cada uno dos orejas, lo que generó que Luis echara rodilla a tierra para iniciar su labor con dos largas cambiadas, dando paso a tres verónicas y una media bastante templadas. Luego de la pica saltilleras, chicuelinas y un recorte redondearon la labor con la capa. Con la pañosa un cambiado por la espalda y un par de derechazos fueron lo más lucido del inicio, pues luego de esto el toro mostró un recorrido más corto, lo que obligo a que la faena fuera sementada sobre la técnica y no sobre las florituras. Los espacios y recesos dados en la faena por parte de Bolívar hicieron que se le pudiera sacar el máximo partido al pupilo de Juan Bernardo que fue de más a menos. La faena se remató con una buena estocada y el público pidió el trofeo para Bolívar la que fue entregada sin miramientos por parte del ingeniero Bonilla.
Como segundo astado para Bolívar salto un quinto, complicado, con poca fijeza, poca clase y nada de humillación. Con el capote le dio mucha tela, buscando que el toro se entregara y perdiera el miedo a embestir. Con la muleta hubo merito, los muletazos con la mano derecha fueron largos y el secreto para ellos fue dejar siempre la muleta en la cara del toro, técnica que le ayudó para exprimir lo poco que tenía el burel. La faena tampoco fue de florituras y si por el contrario de técnica y para entendidos en la materia. Mató de estocada, firmando así una oreja, con la que consolidaba su salida por la puerta grande.
Al final del festejo los tres toreros y el hijo del ganadero pasearon por el albero de la Santamaría en reconocimiento a una buena tarde de toros. Siete orejas justamente cortadas, lástima que el festejo vino de más a menos y no como todos hubiésemos querido, pero que le vamos hacer así son las cosas.