El Juli herido de gravedad y Manzanares pasea un apéndice.
Fuente: Mundotoro.
De todas las puertas, a las dos que tiene el toreo jamás se llama. Llamar a ellas es de mala educación. Unas se revientan, se hacen estallar, se quiebra el candado que las cierra y se dinamita el cerrojo que las blinda. Otras son de entrada acelerada que deja rastro de sangre. Se va porque el toreo es moneda de dos puertas. Allí y allá. Eso forma parte de ese cuerdo manicomio que es una plaza de toros: dos puertas. Días antes se había tramado en bares y mentideros un soterrado duelo Juli/Manzanares en compañía de un invitado, Nazaré. Uno Dios, el otro, dios herido, el otro, a ver que. Esa realidad imprevisible que es el toreo partió en mil pedazos el guión al ser cogido brutal El Juli por el primero de una corrida muy buena de Victoriano del Río. Eran apenas las siete y ya no servía el guión de los bares.El herido salió intacto de la prueba. Y el invitado tuvo en su muleta y su espada las llaves para abrir una puerta a la que jamás hay que llamar. La del Príncipe.
Marcó querencia de salida, se le venció en el capote, echó la cara arriba, no le picaron apenas. Así era el primero, una invitación para visitar la enfermería si se le pretendía torear. Aceptó el envite El Juli, que ni saludó la ovación que le dieron tras el paseíllo. Se fue a terreno del manso, le dío dos tantas, una por cada pitón, salvando los misiles al aire de sus pitones y, en la tercera tanda, justo donde debía aparecer el embroque, apareció una cornada seca, fuerte, dura. Al levantarse todo el mundo sabía que estaba herido. Eso tiene el toreo cuando los toreros aceptan el reto de una cornada. Hubo unos minutos de congelación, cambio de planes. Quedó la corrida sin guión, desubicada. Hasta que comenzaron a salir, uno a uno, los toros de una muy buena corrida.
De entre ellos, bomba de relojería para cualquier cerrojo, el cuarto, segundo del lote del herido. El más lavado de cara, que salió de puntillas, sin hacer ruido, como blandeando, vulgar, y que fue a más en la lidia. Tuvo el toro bravura, fondo, humillación, ritmo. Comenzó Nazaré con la derecha en tandas cortas y sin apretar al toro en un toreo correcto y limpio, así en dos o tres tandas con la derecha, pero su fuerte es la otra. Más en el tercio, surgió otra faena, más grande, profunda, con el torero enganchando al natural. Flecos por abajo, vuelos abiertos. Para crujir la plaza, para reventar cualquier puerta. Crecido el torero, rematando las tandas con pases de pecho, trincheras, molinetes… Un gran toro y una faena de dos orejas, con el público llevando en volandas en el invitado. Esa faena y ese triunfo fue en medio de otras dos en las que pudo dinamitar la del Príncipe.
La primera ante un jabonero cinqueño y serio, bravo en varas, a más. Buenos lances y buen quite por chicuelinas antes de brindar a Manzanaresy Alvaro Montes en lugar de El Juli. Era ese el momento del guión nuevo, de la nueva corrida. Tuvo la faena tandas cortas de buen trazo, primero sólo de tres muletazos, luego de cuatro, luego dos tandas con la izquierda. Breve para el fondo del toro, que siempre metió la cara con poder y se antoja que, con la espada ya en la mano, faltaba algo para dinamitar algo. Y por si faltaba eso, va y pincha lo que habría sido esa oreja que luego iba a recordar. La faena que vino tras la del éxito fue al toro mas alto de la corrida, de cara a media altura, noble. Con tendencia a los adentros. Por eso el toreo hizo bien en llevarlo afuera. Con la tarde a favor, la faena, de tandas de pocos pases pero bien trazados, iba camino de oreja incluso después de irse el toro al suelo de atrás. Porque volvió a surgir la izquierda y un toreo a dos manos bello. Pinchando. Y matando de gran estocada a la segunda.
Manzanares. Bien,. Gracias. Quien apostara del divorcio con Sevilla, gasó mal dinero en abogados. Tuvo el torero esa forma de conectar con el público que jamás que dio la espalda. Con un toro muy bien hecho, mansurrón y rajadito, pero noble. Para estar listo con las querencias porque a veces apretaba hacia ellas. Con la derecha puso ritmo y ligazón hasta que el toro fue buscando tablas y, en ese camino, había siempre dos muletazos grandes, huida del toro, otros dos. Y quien decía que había perdido el sitio con la espada, que no se preocupe: lo encontró de que forma en ese volapié y el que tumbó al quinto. Un quinto importante, exigente, humillado pero apretando de bravo, mucho más por el lado derecho. Todo de gran fondo y fuelle y faena con un guión repetido: tres pases largos, por abajo, ligados, densos, un cuarto mas pegadizo y sin trazo y un remate excelente con pases de pecho, trincheras, molinetes…Dos cosas siempre: densidad por el toro y por la embestida y empuje de Manzanares, que, probó una vez con la zurda, le desarmó el toro y ya no volvió donde había deslucimiento. Se pidieron las dos orejas, con mucha fuerza. Salió ileso Manzanares sin llamar a puerta alguna. Tuvo Nazaré en sus manos y no en las de nadie reventar la del Príncipe. El ganadero, feliz. El Juli en el hospital. Cosas que tiene el toreo. Una moneda de dos puertas a la que nunca hay que llamar.
Por una se entra porque así es esto.
Por la otra se sale porque…por lo mismo. Porque así es esto.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Décima de la Feria de Abril. Lleno de 'No hay billetes'. Toros de Victoriano del Río, el tercero como sobrero, bien presentados, de distintas hechuras, y salvo el primero, manso y con peligro, de muy buen juego en conjunto, sobre todo el gran segundo y el bravo quinto. El Juli, herido por el primero; José María Manzanares, ovación y oreja con fuerte peticion de la segunda;Antonio Nazaré, ovación, dos orejas y ovación |
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